Esta entrevista formó parte de la cobertura de la Feria Internacional del Libro de 2023 para la Agencia Informativa UDEM y Radio UDEM.
Ante los problemas de corrupción en el sistema judicial mexicano, el escritor lagunense Jaime Muñoz escribió una serie de cuentos policiales que giran en torno al Teniente Morgan, un detective corrupto que se imagina a sí mismo en las páginas de un cómic policial mexicano. Con estas historias Muñoz ganó el premio de cuento de San Luis Potosí en 2005. La Editorial de la Universidad Autónoma de Nuevo León recopila estos cuentos en el libro Leyenda Morgan. Seis casos de sensacional policiaco.
¿Cómo surgió el personaje del Teniente Morgan?
El Teniente Morgan surge después de que estuve presente en una conferencia sobre Derechos Humanos, donde la conferencista hablaba sobre la dificultad que tiene la autoridad y los jueces de emitir dictámenes condenatorios a los delincuentes porque en el proceso de investigación hay mucha contaminación de los elementos que pueden servir para probar tal o cual acusación. Entonces recuerdo que terminó la conferencia y dije: voy a construir un personaje literario en donde se vea muy claramente que la cadena de corrupción empieza desde el principio, desde el primer eslabón, las primeras autoridades, policías o investigadores que llegan a la escena de un delito, de un crimen, ya empiezan a rapiñar, a contaminar todo el proceso. Un poco a la manera del Quijote, que sale motivado por las novelas de caballería, mi personaje se inspira en el cómic policial mexicano, que es burdísimo, para imaginarse una vida similar a eso. Entonces un poco se da el juego de este zigzagueo entre el cómic que imagina el Teniente Morgan y la realidad que está viviendo en tal o cual historia.
Este personaje es un antihéroe. Cuando escribiste los cuentos, ¿cuál era la relación que esperabas que tus lectores tuvieran con el personaje y cómo ha sido ver su reacción una vez publicados?
Yo fui muy consciente cuando lo escribí de que al personaje no lo iba a tomar tampoco tan en serio, debía tener también un ingrediente de humor negro. No quería hacer una denuncia social, política o judicial, sino una obra literaria que pudiera ser atractiva, y si tenía alguna resonancia de otro tipo, ya era una ganancia. Mi propósito principal fue entretener con un personaje sórdido, moralmente deplorable, y jugar un poco con la idea de imprimirle cierto humor a las historias. La reacción de los lectores ha sido buena en general, yo lo agradezco mucho. Por supuesto que también en algún momento algún lector se puede sentir no ofendido, pero sí desconcertado ante la frialdad y la naturalidad con la que se van narrando esas historias que no necesariamente son muy dignas de elogio, sobre todo el comportamiento del personaje protagónico, que es totalmente un antihéroe. Yo no quiero que la gente sea así, pero un poco la realidad es eso. Hay muchos antihéroes en la realidad mexicana en general, y en particular en la realidad judicial.
Las historias suceden en la Laguna, ¿cómo fue para ti escribir tu ciudad y a la zona metropolitana en estas historias?
Fui muy consciente de eso. En general casi todo lo que escribo se ciñe a ese contexto biográfico, a ese ambiente, a esa atmósfera: la Laguna. El polvo, el sol, la sequedad, la aridez de nuestra tierra, el comportamiento de nuestra gente. Cuando escribo sí trato de que mis personajes se muevan ahí, en el entorno local, tratando de pintar mi aldea para que la gente imagine su propio mundo. Si alguien lee mis historias, espero que no piense que se refiere nada más a la Laguna, sino a cualquier otro espacio. Que lo más importante tampoco es el color local, el pintoresquismo, el costumbrismo de decir cómo somos los laguneros, sino lo más esencial de la vida humana que viene con todo y sus pasiones, sus pulsiones y sus emociones, y eso le atañe a cualquier ser humano del planeta.
El libro abre con una cita de Auguste Dupin, ¿cuáles fueron tus principales influencias para estos cuentos policiacos?
Por un lado el inventor del cuento policial Edgar Allan Poe, y por otro lado uno de sus más insignes cultores: Arthur Conan Doyle. Ya después vendrían muchísimos más, todos los autores que conocemos, Simenon, Agatha Christie, Hammett. En México Taibo, Padura recientemente, Vázquez Montalbán en España, Rodolfo Walsh en Argentina… muchísimos. Yo he procurado leer si no mucho, por lo menos algunos autores de mucha calidad, o por lo menos así tenidos por la crítica. Si me comparo con un lector voraz de literatura policial, yo soy en realidad un lector tibio, y por eso mismo no la practico de tiempo completo, este fue el único emprendimiento literario de ese corte, y resulta que tuve suerte.
Cada cuento tiene un fragmento narrado en formato de cómic y tiene su propia portada, ¿cómo surgió esta idea y cómo fue incorporar esto en tus historias?
Cuando pensé en la formación “intelectual” de mi personaje dije: “bueno, va a ser un lector voraz de cómics policiales”, entonces se me ocurrió la idea de que él iba a imaginarse como protagonista. Eso me llevó casi de la mano de manera muy natural hacia la idea de agregarle elementos gráficos a las historias. Que no son nada más ilustraciones, en todas las historias hay una página que no rompe con el relato, sino que lo continúa. La página de cómic no es una ilustración o una viñeta, se tiene que leer para que la historia no se pierda. Contraté a un amigo dibujante e historietista muy bueno. Cuando diseñamos la cara del personaje protagónico él me hizo muchos bocetos. Yo le decía, está muy quijadón, ponle más bigote, ponle entradas en la cabeza… fui orientándolo hasta que ya dio con el rostro que yo quería, y a partir de ahí le daba el fragmento que yo quería que convirtiera en historieta. La cosa funcionó muy bien. Lo concebí también como una especie de mecano, de rompecabezas en términos editoriales. Para qué poner el título con letras si se puede hacer una portada de cada uno, y así se fue al concurso, y eso llamó mucho la atención, porque se dio una combinación de lo gráfico con la narrativa en un texto de carácter policial.
¿Qué es la justicia para el Teniente Morgan?
Creo que ni siquiera se lo pregunta. La justicia es que a él le vaya bien. Resolver los casos pero para su beneficio nada más, no para beneficio de las víctimas. Un poco también para el beneficio de los victimarios, porque logran zafarse del problema en función de los sobornos, de las dádivas, de lo que busca Morgan a final de cuentas, que es una ganancia personal. Creo que la respuesta simplemente es nada. Es un poco centavero también, ni siquiera obtiene grandes fortunas ni nada, un poco va pepenando aquí y allá pequeñas ganancias y con eso complementa su ingreso fijo, y eso lo tiene completamente satisfecho. Es un hombre solitario, antisocial, con muy poca formación académica pero sí una gran intuición callejera. Es como un gato o un perro callejero que logra sobrevivir en ambientes muy adversos y llega un momento en el que se adaptan tan bien que hasta beneficios obtienen del ambiente miserable y adverso en el que se mueve. La justicia para Morgan equivale a prácticamente nada, ni siquiera se lo pregunta.
¿Qué tan importante era para ti salir de las convenciones del género policiaco?
Con el elemento gráfico hay una ruptura de la convención, porque en general las historias narrativas textuales no incorporan ese elemento, quizás alguna viñeta sí, pero no esta integración más visceral de lo gráfico con lo textual. Para mí fue una ruptura de lo que venía siendo y lo que sigue siendo. Es un libro extraño porque yo no había hecho nada parecido. Tenía algunos cuentos que bordeaban lejanamente lo policial, pero no eran policiales. Obtuve un fruto importante en 2005 y los años que vinieron después cuando ya salió el libro. Eso se debió quizás a que rompí con la zona de confort, e hice algo distinto.