Nuevas (y viejas) formas de compartir

Crear arte es algo muy personal, incluso cuando se hace con otras personas. Como artista, pones una parte de ti en lo que haces; un balance entre tus ideas y tu capacidad de llevarlas a cabo como imaginas. Compartir los resultados se convierte en un acto de vulnerabilidad, de exponer tu interior y abrir la posibilidad de ser criticado por ello. Compartir también puede ser una forma de búsqueda: de conexión, validación, aceptación, reconocimiento, entre muchas otras cosas que responden a necesidades psicológicas profundas. Si no estás acostumbrado, una crítica de tu arte puede sentirse como una crítica de ti como persona.

Cuando a pesar de todo tienes la valentía de mostrarle a otros lo que haces, hay muchas maneras de hacerlo. Cada una funciona de manera distinta, y eso cambia la manera en la que recibes retroalimentación. Esto tiene el poder de cambiar tu forma de relacionarte con lo que haces, cambiar tus objetivos y la manera en la que evalúas si lo que hiciste es bueno o no.

En el entorno digital, una de las maneras más sencillas de compartir —que muchas veces se considera no solo útil sino necesaria— es a través de redes sociales. Es una forma en la que se puede compartir algo de manera gratuita, fácil de acceder y con la promesa de alcanzar a muchas personas. Por estas mismas razones, ha sido una manera en la que he compartido mi trabajo creativo a través de los años.

El problema con las redes sociales

Si quieres saber cuál fue la reacción de las personas a lo que hiciste, puedes observar diferentes tipos de información. Por un lado está todo lo que puede medirse y expresarse como números, y por otro están las descripciones que son más subjetivas y menos estructuradas.

Las redes sociales son sistemas computacionales, entonces es lógico que usen información numérica. Es más fácil para una computadora procesar los números que el lenguaje con el que describimos nuestras experiencias. Por eso, la retroalimentación que recibimos al compartir en estas plataformas tiene un sesgo fuerte hacia lo estadístico: cantidad de vistas, likes, comentarios, seguidores, etc.

Según las plataformas, la calidad de una publicación (en este caso de tu arte) se mide con estos datos. Tu trabajo como artista se convierte en un esfuerzo para hacer que estos números sean lo más altos que puedas. Al compararte con otras cuentas que lo han logrado, el marco de referencia puede ser muy alto. De pronto, que 100 personas vean lo que hiciste significa muy poco. Esto, sin embargo, no toma en cuenta la información descriptiva, subjetiva y poco estructurada.

Por ejemplo, para las plataformas, vale lo mismo un like de alguien que vio tu publicación y le cambió la vida, al de alguien que le da like a todo lo que aparece en su feed sin importar lo que sea. Al ver las estadísticas podrías ver dos likes y pensar que la publicación fue un fracaso, pero esos datos no te dejan ver el impacto que tuvo en una de ellas.

Si como artista lo que buscas es conectar con las personas, hacerlas cambiar su perspectiva o considerar algo de manera diferente, esos números no te dicen mucho sobre qué tan bien lo lograste. Perseguir que tus estadísticas mejoren podría incluso alejarte de tus metas iniciales.

A lo largo de mis dos años publicando fotos de música en vivo en Instagram, me tocó en varias ocasiones que, al conocer a personas nuevas o verlas después de mucho tiempo, me dijeran lo mucho que les gustaba mi trabajo y la manera particular en la que les había impactado. Estos comentarios siempre me llegaban de sorpresa. Enfrascado en mis estadísticas, no me estaba dando cuenta del impacto real que tenían mis fotos. Siempre fueron las interacciones en persona las que me hacían entender el valor de lo que estaba haciendo.

Eventualmente me fui dando cuenta de que ese tipo de interacciones, aunque no sean muchas, significan más para mí que tener miles de seguidores en redes sociales.

Buscando una alternativa

Por esta, entre muchas otras razones, llegué a la conclusión de que las redes sociales no me estaban dando lo que realmente buscaba. Decidí encontrar otras maneras de compartir lo que hago. Maneras que, aunque podrían ser nuevas para mí, en realidad son más antiguas.

A lo largo del proyecto Fractura, hemos organizado y participado en eventos para vender los zines. Algunos de estos han sido mercados y ferias en donde tenemos nuestra mesa para exhibir y vender. Con el tiempo, se han convertido en mi manera favorita de compartir lo que hago.

Soy una persona naturalmente introvertida. La idea de hablar con posiblemente cientos de personas desconocidas, explicarles en una o dos oraciones qué es lo que hago y por qué vale la pena, suena como algo abrumador. A pesar de esto, siempre que lo hago siento que vale mucho la pena, y termino sintiéndome feliz y lleno de energía.

Participar en esos eventos me ha hecho acostumbrarme más a hablar con las personas sobre lo que hago. Dependiendo del evento y el contexto, esto puede ser desde explicarle a alguien qué es un zine, a decirle de qué trata cada uno de los que tengo en la mesa, responder preguntas sobre lo que hago, lo que dicen mis proyectos, entre otras cosas. En estos eventos he interactuado con personas que posiblemente nunca conocería de otra manera, y he tenido conversaciones muy bonitas sobre diferentes temas.

Me he dado cuenta de que cuando le enseñas a alguien lo que hiciste en persona, es mucho más probable que te digan directamente lo que piensan. Puede ser con su lenguaje corporal, pero también muchas veces lo hacen verbalmente. Incluso si no llega a una venta, me quedo con la satisfacción de que algo que hice logró que se abriera una conversación.

Esos son los momentos en los que recuerdo el poder del arte: su capacidad de encontrar puntos en común entre personas que a primera vista podrían parecer completamente diferentes. Los comentarios que he recibido me hacen sentir que vale la pena seguir creando, que lo que hago sí importa.

Cada manera de compartir tiene sus ventajas, pero es importante también reconocer sus limitaciones. Por ejemplo, me gusta mucho publicar aquí, pero también puede llegar a sentirse algo solitario a comparación de los eventos presenciales. Cada forma tiene su lugar y su propósito, pero creo que es importante mantener un ojo crítico y reconocer la manera en la que cada una moldea cómo definimos el éxito.

En mi búsqueda de libertad de las redes sociales descubrí lo que me estaba perdiendo al priorizarlas tanto. Compartir lo que hago en persona me permite ver en tiempo real cómo las personas conectan con lo que hago, y facilita el tener conversaciones con personas nuevas y encontrar lo que nos une. Si bien no voy a dejar de compartir lo que hago en línea, quiero comenzar a priorizar también la interacción cara a cara: hablar más con artistas, vender lo que hago en mercados y ferias, ir a micrófonos abiertos… Quiero atreverme a compartir en los espacios que me intimidan, pero que siempre me dejan sintiéndome mejor que antes: lleno de gratitud y con ganas de seguir creando.

2 comentarios

  1. Hola, David. Leyendo esto me di cuenta del impacto que tiene el dar aportaciones con palabras a los artistas. Seguido leo tus artículos y veo tus fotos y leer esto me hizo querer decirte cada que lo hago y lo que opino al respecto. Me gusta mucho consumir arte y aunque a veces no me nacía dar comentarios, ahora creo que siempre lo haré para ser una motivación más a que sigas creando y compartiendo. Es como un ganar-ganar. Saludoss

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